Rocío Flores puede presumir de estar en su mejor momento y es que la influencer se siente actualmente muy a gusto consigo misma. Pero la realidad es que no siempre fue así. La hija de Antonio David Flores pasó por múltiples cambios físicos al someterse a varios procedimientos estéticos.
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Desde que empezó a hacerse notar entre la opinión pública, la hija de Rocío Carrasco ha experimentado un radical cambio de imagen, empezando por su evidente pérdida de peso. Tras su paso por Supervivientes, Rocío Flores adelgazó varios kilos, pero todavía no estaba contenta con su silueta.
Fue entonces cuando decidió someterse a una de las operaciones estéticas más peligrosas y dolorosas: la lipoescultura, que consiste en redefinir el contorno del cuerpo.
El postoperatorio es de lo más incómodo, ya que el paciente ni siquiera puede sentarse en los meses posteriores a la cirugía, solo estar de pie o acostado. Además, debe usar una faja compresora las 24 horas del día, incluso en el momento de dormir o de ducharse.
El paciente ni siquiera puede sentarse en los meses posteriores a la cirugía, solo estar de pie o acostado
Los retoques de Rocío Flores
Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que Rocío Flores haya confesado que lo pasó realmente mal tras la intervención. Sin embargo, eso no la alejó por completo de los tratamientos estéticos.
La nieta de Rocío Jurado se ha sometido a otros muchos retoques en su rostro, como frecuentes infiltraciones de ácido hialurónico o una bichectomía, que consiste en extraer unas acumulaciones de grasa de la cara con el objetivo de afinarla y que se vea más delgada.
Además, también mejoró el aspecto de su pecho mediante otra cirugía y arregló su sonrisa con un tratamiento de ortodoncia invisible. A todo esto, hay que sumar que Rocío Flores también se somete regularmente a sesiones de maderoterapia corporal para reducir la celulitis y activar el sistema circulatorio y el sistema linfático.